En la música tenemos un problema adicional cuando queremos establecer si hay arte o no, es decir, si hay música o no. En la época de la práctica común, la música fue experta en recrear los afectos mas comunes en el ser humano, tales como la tranquilidad, el júbilo, la tristeza y la alegría entre otros tantos, y según esto se podía "medir" la existencia de arte en la música, se podía demarcar el límite entre organización mecánica de sonidos y música.
Después hacia el final de la practica común, cuando el romanticismo llegaba a nuevos niveles de complejidad, y las maneras de recrear en el oyente los mas comunes afectos se volvían monótonos y peor aún, mecánicos, dejo la música poco a poco de preocuparse por recrear estos bellos sentimientos, y empezó a expandir la gama de sensaciones que causaba en el espectador, explorando con unas no muy agradables pero que la música era capaz de recrear con mucha fidelidad. Y entonces sin darse cuenta, la música deja preocuparse por la belleza, una belleza que le había servido de caballo de batalla por varios siglos, pero manteniendo aun sin la belleza, intacta su condición artística. La música es una forma de "ver" el mundo real, un mundo de abismales contrastes que la música ha sabido traducir al sonido magistralmente.
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